Siempre he sido una gran aficionada a las artes escénicas por su enorme poder sanador. La creación de nuevos espacios donde reflexionar, ventanas al mundo con perspectivas diferentes, realidades paralelas que nos ayudan a pensar y a sentir, a conectar y a desconectar. Y entre ellas está la danza, hacia la cual he ido dirigiendo principalmente mi trabajo como fotógrafa. En ella he descubierto una poderosa herramienta de expresión y transmisión. El cuerpo se moldea, se adapta y se construye en cada movimiento de una manera plástica. El individuo abre un universo donde expresar sin racionalizar, sin la necesidad imperiosa de las palabras. Por ello utilizo principalmente el blanco y negro e intento reducir las referencias espaciales a la mínima expresión cuando la ocasión lo permite, por buscar el foco primero en la estética, en el gesto, en la poesía de la propia imagen, para después intentar ir más allá a través de la mirada, de la expresión o de la forma del conjunto. Mi objetivo es ir creciendo en este campo, tener la oportunidad de trabajar esa mirada personal, de embarcarme en nuevos proyectos y contribuir a visibilizar y a perpetuar el trabajo y la magia de cada espectáculo.